lunes, 27 de abril de 2009

Placer y Muerte


ROBERTH SORTI
Abril 28 1953
Roberth Sorti:
Fue la ausencia de los días, encontrarse frente a la soledad, aprovechar cada minuto, mirarse bajo las fantasías, viajar en la imaginación y forjar un camino hacia la juventud… Pretendía excusarme ante ese tiempo, morir con la palabra “inocencia” y querer un cielo para gobernar las estrellas. Mi nombre no tendrá importancia, sólo he querido mencionarlo una vez y guardarlo al principio de estas páginas.

La ingenuidad siempre estuvo presente, el secreto mejor guardado, la llave mejor construida, -Tú lengua y mi lengua, la mejor llave maestra para abrir ese baúl oscuro, lleno de cucarachas, telarañas y papeles saboreados, mordisqueados por cualquier polilla sedienta, por cualquier curioso que desease infiltrarse en la ranura de la puerta… Esta vez no hace falta que preguntes nada, he guardado la mejor llave de mi vida, para revelar mi gran secreto, así la encontrarás…

14 de abril, la primavera se asomaba en este pedazo del mundo, los árboles se quitaban su abrigo de nieve para pintarse de nuevo en verde…
Salí a las calles al anochecer de ese día, miraba con gran aprecio las luces tenues, mi mirada se perdía en el contraste de la noche y la ciudad, aunque sin rumbo no me importaba por donde andar con tal de apreciar esa hermosa fotografía de secuencias varias. Paré por un momento y busqué donde sentarme; con las manos en la tierra y mi cabeza hacia arriba, logré sentarme en la pradera de un parque; no recuerdo cual, pues no me fije en nada más sino en el cielo y sus acompañantes.

-Soledad; buscada por pocos, temida por muchos, aunque no la busqué, ella decidió acompañarme.
Jugaba en las calles esperando el rescate, mi llamado de auxilio a semejante desierto inhóspito, parecía un exiliado del mundo, nadie se me acercaba; en ocasiones pasaba inadvertido ante la gente, -Era un fantasma en el edén de los vivos, sus rostros disfrutaban de la vida mientras yo maldecía su felicidad.
A veces corría por todos lados, esas veces en que no soportaba ser yo. Quería esconderme de esa soledad que me asechaba, quería conocer ese mundo que todos los seres vivos pisan; y pienso yo: “ese día que logré escapar me bastaran dos minutos para burlarme de ella”, y creedme, el día que lo logré me pasé de esos dos minutos, tanto que con la persona que estaba me tildó de loco y se fue.
Después de eso, la soledad se fue apartando hasta que pude admirar el mundo exterior fuera de mi imaginación; era el momento de enfrentarme con la realidad…
La enfermedad cobija a los vivos: el odio, la tristeza, el sentirse incapaces ante la salvación de un dios.
Existe el caso de aferrarme más a la muerte y perturbar la mente con su susodicha profesión: poeta.

Mi silencio fue interrumpido festejando el adiós conjunto de la tranquilidad, olvidando el tejido, el hilo de la inspiración, ahogado por el ruido de su voz, odio absuelto, mirada endemoniada, manos empuñadas, caída al infierno, -Doblegado al verla; mujer, más hermosa que la noche, veía que sus labios se movían pero no escuchaba nada -atónito-, se marchó al ver que no daba señales de vida, al dar tres pasos mi cabeza siguió su rastro, era como si me hubiese magnetizado a su cuerpo, -No podía dejarla ir.
RELATO DE UN PASADO
LUCIA
Prepárate para olvidar. Tan sólo escucha…El pasado fue el sendero de lo que soy ahora, no te preocupes, trata de disfrutar; así como lo hago yo o como lo intentaré hacer…
Más allá de esa inocencia que existía en mis juegos había una fantasía perversa, después de que mi padre me penetrara sádicamente a mis ocho años, aunque mi silencio prometí guardar, quería decirle a mi madre que yo amaba a ese hombre con el que juró vida juntos, hasta que la muerte los separase.
Una noche no pude dormir y me paseé por el pasillo al interior de mi casa y pasando por el cuarto de mis padres, escuché cierto gemido que mi madre exclamaba con cierto acento placentero, me asomé por una abertura de la puerta y allí vi a mi padre, devorándose a mi madre con cierta hostilidad, con la que ella podía notarse satisfecha…
Apretaba sus senos con las manos, parecía como una trampa de oso sobre su presa, sus dientes casi parecían arrancarle la piel de su estructura ósea, mientras las manos de mi madre resbalaban por la espalda de él, enterrando sus uñas como una salvaje; se veía como una prisionera la cual no deseaba salir de su celda, desesperada pero con el confort del placer…
Esa noche no pude dormir por una ansiedad que me aprisionaba el pecho. Llegó el día y mi madre salió de la casa, entonces aproveché… Busqué a mi padre, estaba todavía en su cuarto, fatigado, cansado; pero no podía desaprovechar la ausencia de mi madre, me desnudé ante él y lo desperté con un fuerte salto sobre su cama y le pedí que repitiera la misma escena de ese ayer, donde de tantos golpes mi madre no sufría: Sonreía de gusto.
En ese momento mientras le seguía hablando, su mirada era angustiante, su cuerpo estaba inerte; pero, después de salir de su espasmo me gritó fuertemente y me pidió que me alejara de su vista.
Mi padre jamás me volvió a tocar, pero a mi madre, eran más noches donde se repetía lo mismo y yo no iba a dejar que eso continuara.
Amablemente después de ella ir a la cama, le ofrecí en un vaso rojo un poco de vino asediado de arsénico. Hasta el fondo y buenas noches, su última función de la noche en el espectáculo de la vida.
Esa noche no me importaron los gritos, no me importó nada. Era domingo día en que mi madre despertaba muy temprano para hacer el desayuno, único día en el cual ella compartía con nosotros, pero, ese domingo no despertó. Mi padre al darse cuenta fue a buscarme y me encontró sonriente, inmediatamente supo que yo había hecho algo.
En el levantamiento del cadáver no dejé ver mi rostro, estaba muy feliz para que me vieran todos aquellos que se encontraban en luto. El crimen aún no era perfecto, murió envenenada, así que era el momento de buscar al culpable.
Todas las pruebas apuntaban hacia a mí, pero antes que mi sentencia fuese dada, mi padre, ese hombre que yo quería solamente para mí, se declaró culpable de todo cargo.
Ahora estaba sola… Me fui de mi casa y estando en las calles me enteré de la noticia; mi padre fue sentenciado a muerte. Ahora sabes mi historia…. -¿Te quedas o te vas?…
ROBERTH SORTI
Espía, pasos silenciosos, ojos bien abiertos, -Alerta, cuidado, todo tiene que estar en absoluta vigilancia. Logré seguirla hasta su casa donde un hombre la esperaba en su puerta.
Al entrar, busqué alguna ventana por donde pudiese observarla y averiguar las intenciones de aquel hombre con ella. Se quedaron por varios minutos charlando o más bien, él escuchaba con gran atención mientras ella hablaba, no logré escuchar nada, pues estaba muy lejos de sus palabras, tan sólo les veía. Al pasar el tiempo, se advertía en el rostro de aquel hombre un asombro horripilante y cuando ella terminó de hablar, el individuo con el que estaba se marchó.
Aproveché ahora que estaba sola y toqué su ventana, inmediatamente volteó y reconoció mi rostro dándomelo a entender con una pequeña sonrisa que se dibujaba en su boca. Me invitó a seguir abriéndome la puerta pero hábilmente entré por la ventana ocasionándole una sonrisa aún más grande, se acercó a mí presentándose con la mirada pícara y un apretón de manos. Sin embargo traía la muerte a su lado, sus ojos inspiraban la tristeza infinita.
Podría decir que ya sabía, para dónde se había ido mi soledad.
-Lucía- dijo que se llamaba. Invitó a sentarme mientras ella iba por una copa de vino a la cocina; su demora me hizo pensar muchas cosas, porque al regresar traía una lágrima en su mejilla que logró borrarse rápidamente con su mano izquierda…
Hablamos toda esa noche, ya era el 15 de abril a eso de las 3:16 a.m. donde Lucía alcoholizada y yo aún un poco sobrio, despertamos en una atracción mutua, -El despertar del sexo, las maravillas del alcohol, la magia de la droga, la cuna de la noche, cobijados por nuestros brazos, aprovechando cada minuto. Su tristeza voló lejos, sus ojos se cerraron casi adormecidos, -Palpitar del corazón acelerado, fuerzas vanas, resistencia inútil, consuelo del despertar con la satisfacción.

Existía en el silencio la palabra adiós, hasta que de nuevo regresaras. Pretendía en mi juventud acercarme al dulce aroma de la piel virgen y robarle su esencia, rasgarles el himen con placer y suavidad, -Paciencia absoluta, robarles la existencia, privarlas de su libertad y tenerlas en la eterna presencia de mis manos.
Obtuve lo que quería hasta cierto punto, pero después, después me quedaba sólo por mi frialdad y -¡Cómo no!, si mis sentimientos siempre iban impresos en papel.

En esa madrugada, en esa trayectoria donde la noche y el día se encuentran, visitamos el fuego, dejándonos quemar por su virtud, era momento de estar bajo la fantasía, entrar en ese túnel oscuro y abstenerse por un buen rato, sintiendo el placer, dejando que ella se retorciese. Pero nada de lo pensado sucedió, parecía un cadáver bajo mi cuerpo. Su virginidad de inmediato noté que ya la había dejado atrás, en algún recuerdo placentero o doloroso, -No lo sé, pero no podía dejar pasar la oportunidad, -El estar en el centro cálido de su cuerpo, tenía que por lo menos manifestar cualquier sensación de aprecio; empecé a moverme lentamente, pero nada, después aumenté la fuerza y la velocidad en mis caderas -Ya no me podía contener, mi cabeza había explotado en el éxtasis, ya no importaba si era ella o yo, me desconecté de este mundo, era un animal salvaje devorando a mi presa, sin ninguna compasión, sin ningún sentimiento de culpa. De repente sentía cómo unos brazos anhelaban ser liberados, -Droga del sexo, no pude parar, era la mejor experiencia de mi vida, hasta sentí que le estaba haciendo el amor a la muerte misma, la oscuridad se iba apartando del cuarto, al igual que mis fuerzas y el sudor de mi frente. -Podía sentir el fin.

Mi infancia fue sola, la imaginación me sobraba, todo un mundo irreal me acompañaba, -Alucinaciones de soledad, quizá sea ella la que necesita de alguien y espera a que “ese” le entregué su alma. -¡Yo no lo haré!
Quería un cielo para gobernar las estrellas, sentirme soberano del edén de los vivos, permanecer en la memoria, -No en el recuerdo, en la memoria de aquellos que eran mis padres, mirar mi destino, no con la trágica locura de que todo se iba a mejorar, sino que podía estar acompañado hasta la muerte.

Desperté de mi mejor sueño, -Ya había culminado todo. Las estrellas habían retornado a su hogar y el sol se impuso en el cielo. Quedé a un lado de ella, sin ningún aliento, el silencio se impuso en boca de cada uno, sólo se oía mi respiración agitada y mi corazón retornando al ritmo cardiaco normal, pero sólo era yo quien pretendía volver a la fuerza. Miré hacia donde estaba ella y no daba señal, sus ojos estaban en el extremo, -Blancos, sin ningún mirar, observé sus manos y estaban empuñadas, con sangre en una de ellas, manchaba la sábana de rojo escarlata, sus uñas habían comido carne, ya entiendo el ¿por qué? del ardor en mi espalda.
En ese momento sentía la soledad venir hacia a mí y no lo pensé dos veces, sentía como su cuerpo aún me llamaba, aunque el silencio le invadía, volví a cada escena placentera del sentir, -Profundidad inmaculada, calor corporal, un solo cuerpo en camino hacia el orgasmo, aquí su servidor despertándole a la muerte la excitación, reviviéndola de su esterilidad, recordándole la unión divina. Quería negarme a mi destino, no importaba consecuencia, -Había hecho bien.
Cavé un hueco en el piso de su casa, hueco tal que se acomodase perfectamente a su estatura; busqué cualquier forma de mantener su cuerpo intacto, alejar los gusanos de su carne, inyectarle arsénico en sus venas, vigilarla noche y día.
Había cerrado puertas y ventanas, cualquier lugar por donde se infiltrase la luz. Era el templo oscuro de la muerte, ¡MUERTE…! Mis intenciones de verla viva ya eran vanas, su cuerpo iba en descomposición, el olor no dio a tardar, su inmundo aroma se mezclaba con el mío, ya no soportaba más. Salí huyendo del lugar.
El sol me quemaba los ojos, el mundo parecía seguir igual, sin embargo; Lucia aun rondaba en el ambiente, tanto que llegué a escuchar su voz llamándome, exclamando que no la dejara sola. -¡Imposible!, la muerte nos sentencia a todos a despertar un día de su mano y no vivir jamás; adiós a su hermosura, adiós a nuestra noche…
Ya sabes dónde está, ve por ella.
TIEMPO DE MIRAR ATRÁS
MARCO MEDREL
Después, de haber recibido la carta de Roberth, salí en búsqueda de Lucía, con la ingenuidad de que sólo fueran palabras de un esquizofrénico, loco ante su obsesión.
-No debí dejarla sola; pensaba en todo el trayecto hacia su casa…
Noctámbulo, poseedor del insomnio, en búsqueda del placer, -A ellas no les importa vender su cuerpo, como a mí no me importa pagar por ellas. Existía un único problema, ya había navegado en el calor de cualquier puta disponible, aun así, entre las sombras, solitaria, un día de esos malos que poco a poco va mejorando, en una esquina, en esos barrios poco transitados, la encontré; no cabía duda, había encontrado a la mejor, no me importaba precio, no me importaba si llegase a existir la noche placentera en el calor de su sexo, sólo la quería para mí, quería darle la vuelta a su vida, que se olvidara de su pasado y empezáramos una vida juntos, pero, esa noche no aceptó salir conmigo, pues ya estaba comprometida.
-El madrugar nocturno, mis ansias de verla, tenía que declarar mis intenciones, no me importaba si su piel estuviese deteriorada por la fuerza y el esqueleto de otro hombre, lo que sé, es que aún conservaba ese encanto hermoso, quería que mis palabras fuesen correspondidas, cuando ella llegó al lugar donde la estaba esperando, se acercó a mí presentándose con un nombre distinto, con un nombre que quizás le gustaba mucho pero no era el verdadero. Era el primer hombre que había llegado y eso me hizo sentir feliz, abordamos un taxi y me llevó al lugar donde el cansancio y el sudor eran el pan de todas sus noches. Al llegar me llevó a una pieza, con luz roja, una cama amplia y un baño al lado izquierdo del lugar, me dijo todas las cosas que le gustaba hacer y cuáles no, pero sin dar marcha atrás le interrumpí, le conté la sensación que me ocasionó en el primer momento que le vi, le conté mis intenciones, -Puras de corazón, quería que olvidara lo que era, que ya después de tanto buscar había encontrado a la dueña de mi existencia. No quería decir nada en ese momento, pero después ella se olvidó del ahora, del presente, como si se hubiese imaginado con una familia a mi lado, sonrió y me dijo su verdadero nombre -Lucia- indicándome después, donde esperarla a la noche siguiente. No pensaba en ir a trabajar, sus intenciones eran verme y nada más, al siguiente día, al oscurecer de ese sol la esperé en la puerta de su casa y después de unos minutos de mi llegada ella llegó. Nos sentamos en el suelo de su sala, aunque un poco angustiado empezó a contarme su historia. Atónito, perplejo ante su voz, ante cada minuto de ese tiempo, su historia me sorprendía más.
Al terminar, el miedo se instalo en mi alma, -Temeroso, cobarde, no se cual fue esa sensación extraña que sentí, era como la inercia, donde me sentía impulsado por algo, ese algo que hizo pararme del suelo e irme.
Pasaron dieciséis días después de la ausencia de Lucia cuando recibí una carta con el nombre de Roberth Sorti.
Al llegar a la casa de Lucía note que todas las entradas posibles estaban selladas, con toda la fuerza aplicada en mis manos, brazos y dorso, logré derribar la puerta, al caer esta, un olor nauseabundo que parecía estar prisionero escapó. Sorprendido observé que tal hueco existía, esa mentira que anhelaba, fue convirtiéndose en realidad, lo único que pude deducir fue que Lucía reposaba en la tierra fría, no la quise ver muerta; no debí dejarla sola.
No es momento de arrepentirse.